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9.7.2. Bosques mediterráneos.
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Introducción
a los bosques mediterráneos
Se encuentran en la “Iberia seca”, en áreas con clima mediterráneo o
clima
templado-cálido,
en donde las temperaturas son suaves o altas durante todo el año y las
precipitaciones moderadas, salvo en los equinocios. El riesgo de
heladas generalmente es bajo, salvo en áreas de montaña y áreas del
interior, y sólo aparece en los meses de invierno.
Lo más característico del clima mediterráneo, es la importante sequía estival
que dura dos meses y que coincide con el momento del año en el que los
días son más largos y en los que se alcanzan las mayores temperaturas.
Esto obliga a las plantas mediterráneas a adaptarse a este duro periodo
y a ralentizar sus funciones vitales en verano. Por ello, las plantas
mediterráneas controlan el gasto de agua a través diferentes sistemas:
por medio de sus estomas (los cierran y los abren en función de la
humedad), con hojas pequeñas, esclerófilas, coriáceas (son hojas duras
pero tienen una relativa flexibilidad), espinosas o protegidas con
pilosidades (para poder reducir su evapotranspiración), raíces amplias
y profundas (que son capaces de aprovechar al máximo el agua del
suelo)... (Ferreras et al, 1987; Rubio, 1989; Blanco, et al, 1997...).
Biogeográficamente, los bosques mediterráneos forman parte de la región Mediterránea
que abarca gran parte de la península Ibérica y todo el área que rodea
al mar Mediterráneo. A nivel bioclimático y ecológico, los bosques
mediterráneos forman parte del bioma
mediterráneo,
que no sólo comprende la zona que rodea al mar mediterráneo, sino que
también está presente en Estados Unidos (principalmente en California),
Chile, Argentina, Sudáfrica y en parte del suroeste de Australia.
En
la península Ibérica los bosques mediterráneos cubren 2/3 de su
superficie, y también aparecen en las islas Baleares. En este área se
desarrollan principalmente bosques
mediterráneos o esclerófilos (formación durisilva o
durilignosa), con hojas perennifolias, xerofíticas y/o planas (como las
encinas o los alcornoques), bosques
con árboles con hojas aciculares o escuamiformes (como los
pinos, las sabinas, los enebros, los araar...) y algún bosque caducifolio
(como los bosques de almez).
La especie más característica de los bosques mediterráneos es la encina (Quercus
ilex) junto con el alcornoque
(Quercus suber). En general, éstos y otros bosques mediterráneos, en
condiciones naturales (sin la alteración del ser humano), pueden llegar
a ser grandes, con árboles de gran tamaño, un cortejo florístico muy
rico y denso, y con una gran variedad de especies en todos los estratos
(en el estrato arbóreo, arbustivo, herbáceo, trepadoras...). Las
especies del bosque mediterráneo, por su estructura y su riqueza, son
capaces de generar un microclima propio. Pero la actividad humana ha
sido muy intensa en la región mediterránea (desde los tiempos del
imperio Romano), y los bosques naturales han sido sustituidos por
bosques adehesados (muy aclarados, pobres en especies y muy adaptados a
la ganadería y a la cacería) o por matorrales, hierbas, pastos, campos
de cultivos, ciudades, instalaciones humanas...
Dentro de la
región mediterránea, acompañando a estos bosques, aparecen
unas
formaciones arbustivas muy características, los matorrales mediterráneos
(o durifruticeta). Estas formaciones pueden aparecer por causas humanas
o naturales, aunque generalmente se forman debido a la degradación del
bosque mediterráneo (por talas, incendios, ganadería, escombreras...).
En ocasiones, en áreas con características muy peculariares, como las
montañas, los lugares muy rocosos, los lagos salinos... los matorrales
puede surgir de forma natural.
Los matorrales
mediterráneos
tienen un gran valor ecológico y una gran biodiversidad (pese a que
suelen representar estados degradados de la vegetación). Las especies
que los componen suelen estar presentes también en el sotobosque de los
bosques mediterráneos, muchas de ellas son endémicas, y están, al igual
que los árboles, muy adaptadas al clima mediterráneo. Suelen presentar
diversos mecanismos para defenderse de las pérdidas de agua,
generalmente tienen las hojas pequeñas, pilosidades, revestimientos
cuticulares, producen sustancias oleosas sobre las hojas o sobre el
tallo...
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Pinar de pino carrasco de la sierra de la Umbría del Rincón,
entre Hellín y Tobarra (en Albacete, España). Fotografía de Alberto
Díaz, 2015.
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Pinares
de pino laricio en el parque natural del Cañón del río Lobos, entre San
Leonardo de Yagüe y Santa María de las Hoyas (Soria). Fotografía de
Alberto Díaz, 2015.
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Encinas junto con pinos piñoneros en la cima de la
Peña de Cadalso de los Cadalso de los Vidrios (Madrid, España).
Fotografía de Alberto Díaz, 2015.
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Continúa en la siguiente
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