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Contemplo desde lejos los floridos senderos, donde en cada rincón me aguardaba la esperanza sonriendo (Rosalía de Castro)
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Tema 9. Geobotánica \ 9.7. Bosques de España \ 9.7.2. Bosques mediterráneos

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Angiospermas perennifolias - Encinares (Quercus ilex)
Coscojares (Quercus coccifera)
Alcornocales (Quercus suber)
Acebuchal (Olea europaea var. sylvestris)
- Otras formaciones: algarrobos (Ceratonia siliqua), madroñales (Arbutus unedo) y loreras (Prunus lusitania).

Encinares
(Quercus ilex)

Introducción a los encinares

Estructura y tipos de encinares

Alcinares y encinares cantábricos

Encinares interiores

Encinares termomediterráneos y situación actual de los encinares


Introducción a los encinares


Los encinares (Quercus ilex) son los bosques más característicos del bioma mediterráneo, aunque a lo largo de la historia han sufrido importantes modificaciones debido a la acción del ser humano, de tal forma, que los actuales encinares, en realidad, son islas y mosaicos, testigos de una época anterior. Deberían dominar el mapa forestal de la península Ibérica (muchos autores piensan que tendrían que ocupar más de las tres cuartas partes de la península), pero actualmente sólo se conserva un 10% de su espacio potencial, y de ese reducido porcentaje, la mayor parte corresponde a encinares degradados o encinares transformados en dehesas. En la actualidad es muy difícil encontrar bosques vírgenes o al menos seminaturales, sólo se mantienen pequeños encinares situados en zonas rocosas de difícil acceso para el ser humano (Blanco et al, 1997).

Pero a pesar de la gran presión humana, la encina continúa teniendo una amplia distribución en España y en gran parte de la región Mediterránea. Sólo falta en el sureste de la península, debido a la aridez y el tipo de suelo; en áreas con un clima muy continental; en áreas alteradas por el ser humano; y en áreas en donde la encina es sustituida por otras especies, como la sabina, que está mejor adaptada a la continentalidad, el alcornoque, que se desarrolla mejor que la encina en áreas con suelos ácidos y con altas precipitaciones, o el pino carrasco, que sustituye al encinar en áreas calcáreas del levante (Rubio, 1989).

Encina
Encina (Quercus ilex subsp. balllota) con forma achaparrada de gran tamaño, situada
en la Cuesta del Llano, en el borde de la alcarria de Iriépal (Guadalajara, España).
Fotografía de Alberto Díaz, 2015.

En la península Ibérica existen dos variedades de encinas: la encina o carrasca (Quercus ilex subsp. balllota = Quercus ilex subsp. rotundifolia) y la alzina (Quercus ilex subsp. ilex). Aunque algunos autores como Casildo Ferreras (1987) consideran que son dos especies distintas (Quercus ilex y Q. rotundifolia).

La encina (Quercus ilex subsp. rotundifolia) tiene la hoja más ancha que la alzina y resiste mejor que ésta la sequedad y los contrastes térmicos (Ferreras et al, 1987). La encina o carrasca es un taxón muy poco exigente a nivel climático, a nivel de humedad y a nivel edáfico, por lo que aparece en casi toda la península salvo en áreas extremadamente áridas, y en áreas de alta montaña en donde los bosques de encinas o carrascales son sustituidos por pinos, quejigos, melojos... Además, posee una gran capacidad de expansión y regresión, y resiste, aunque con problemas, los ataques antrópicos (Blanco et al, 1997).

La alzina (Quercus ilex subsp. ilex) tiene la hoja más estrecha y requiere más humedad ambiental y más precipitaciones que la encina. Se aleja de áreas con climas contrastados o continentales, y por ello, tiende a situarse en áreas bajas cercanas a la costa y en relieves sublitorales (principalmente en las vertientes orientadas hacia el mar). Principalmente aparece en la costa catalana, y en las sierras de las islas Baleares, aunque sólo en Menorca y Mallorca (Ferreras et al, 1987; Blanco et al, 1997).

Entre estas dos subespecies aparecen taxones intermedios e híbridos en áreas de contacto, principalmente en el este de la península y en la cordillera Cantábrica, sobretodo en el área de Liébana (Ferreras et al, 1987; Blanco et al, 1997).

Las encinas son muy características, aun así, para poder identificarlas se recomienda usar esta pequeña guía de robles de la península Ibérica.

Hojas, frutos, flores y troncos de encina
Hojas y frutos (imagen superior izq. y drcha.), flores masculinas (imagen izq. e
imagen centro) y tronco de encina (imagen derecha).
Fotografías de Alberto Díaz, 2016.

La encina, en general, es una especie con una gran amplitud ecológica y es capaz de aparecer en situaciones climáticas y edáficas muy diferentes. Puede desarrollarse desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de altitud. Dentro de la península Ibérica, aparece en climas oceánicos y continentales (Rubio, 1989).

A nivel climático, las especies que constituyen el encinar, y la propia encina, deben estar adaptados a las singularidades del clima mediterráneo: frío invernal, irregularidad en la distribución de las precipitaciones, falta de lluvias y un periodo máximo de sequía que coincide con las mayores temperaturas del año.

- Las hojas de los árboles y arbustos presentan cutículas gruesas (capas cerosas del exterior de la planta) para reducir al máximo las pérdidas de agua durante los periodos secos. Los estomas se concentran en el envés de las hojas, en ocasiones en cavidades, y generalmente suelen presentarse capas de pelos, escamas o ceras que reflejan la luz solar reduciendo el calentamiento.

- Las hojas de las encinas presentan una baja eficacia fotosintética a pesar de tener altos niveles de clorofila. Sus hojas contienen el doble de la clorofila que necesitan y la absorción clorofílica se realiza independientemente por ambas caras. Esto conlleva una menor capacidad de absorción de luz por parte de estos bosques, al verse incrementada la reflexión de la copa, por ello los encinares presentan aproximadamente el doble de superficie foliar que los hayedos. Esta adaptación es importante si tenemos en cuenta la gran luminosidad de los climas mediterráneos.

- En las encinas las hojas externas están más lobuladas y son más pequeñas, para ayudar a la refrigeración y facilitar el intercambio de calor dentro de la planta. Las hojas del interior del árbol, por lo contrario, son más redondeadas, su borde es entero y tienen un menor recubrimiento aislante.

- Otra importante adaptación de la encina y de algunas de las plantas acompañantes (coscoja, madroño, labiérnago…) es que son capaces de controlar eficazmente el cierre de sus estomas. Al principio del día cuando no hace excesivo calor su actividad fotosintética es intensa, mientras que al mediodía se produce un cierre generalizado de los estomas para reducir al máximo las pérdidas de agua durante las horas más calurosas.

- Asimismo a lo largo del año la hoja perenne esclerificada permite ajustar el periodo vegetativo a los momentos más favorables del ciclo climático anual. A lo largo del año estas plantas almacenan nutrientes en ciertas partes para que luego sean consumidos durante las estaciones desfavorables. En la encina, las hojas son muy ricas en nitrógeno y en menor grado en fósforo y potasio, y la madera y la corteza son muy ricas, sobretodo en calcio.

- Las plantas mediterráneas están bien adaptadas al frío invernal. La encina puede soportar fríos superiores a -25ºC sin sufrir lesiones. El acebuche, el alcornoque, el lentisco y la coscoja se resienten con temperaturas inferiores a -15ºC, aunque los más termófilos como el mirto, el algarrobo o la adelfa no toleran temperaturas por debajo de los -5Cº.

- También, gracias a sus hojas y a su sistema radicular, la encina también está muy adaptada a la sequía y a las altas precipitaciones, ya que puede desarrollarse con tan sólo 400 mm. anuales, y aguanta más de 1.000 mm. si el suelo tiene un buen drenaje.

Además del clima, a nivel edáfico, las encinas (y las plantas de su sotobosque) también están muy bien adaptadas a diversas situaciones edáficamente adversas, y pueden hacer frente a la escasez de nutrientes de los suelos en los que se desarrollan. Aún así, la encina prefiere suelos básicos (preferiblemente calizos), aunque también está presente sobre sustratos silíceos, ácidos (Rubio, 1989). El sistema radical de las encinas es muy potente y profundo (por ello retiene muy bien el suelo), y posee raíces superficiales desde las que puede rebrotar (Blanco et al, 1997).

Encinas rebrotando de cepa
Pequeñas encinas rebrotando de cepa. Encinar cercano a la urbanización de
El Bosque, en Villaviciosa de odón (Madrid). Fotografía de Alberto Díaz, 2015.

 

Continúa en la siguiente página con la estructura de los encinares...

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Alberto Díaz San Andrés (2011-2019), última actualización: octubre de 2019.

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