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Otras
formaciones vegetales: bosques de ribera.
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Bosques de ribera:
Los bosques ribereños o de ribera son
formaciones vegetales particulares que se desarrollan sobre terrenos
muy inestables, en donde hay una gran disponibilidad de agua en el
suelo, una alta humedad ambiental, y en donde las temperas máximas se
atenúan por el efecto del cauce. Ante esta situación, las plantas de
los bosques de ribera han desarrollado una serie de adaptaciones:
algunas especies son capaces de soportar la inundación temporal o
permanente de su tronco y sus raíces, la mayoría poseen una alta
regeneración vegetativa, algunas tienen ramas flexibles que les
permiten soportar la fuerza del agua... (Blanco et al, 1997).
En los ríos, las tierras aledañas suelen variar a menudo su morfología
debido a los cambios del nivel del cauce, las crecidas, las
inundaciones, la aportación de material de las vertientes que rodean al
cauce, la acumulación de depósitos y sedimentos del río... y esto
provoca grandes variaciones en el soporte en donde se desarrolla la
vegetación. Estos cambios, en donde se alternan partes emergidas (que
aportan un nuevo soporte) y partes sumergidas en el río (que destruyen
áreas de vegetación), obligan a la vegetación de ribera a ser dinámica
para poder adaptarse a este medio. Cuando surgen nuevos terrenos, las
especies pioneras colonizan el territorio, y se inicia la serie de
vegetación de las comunidades de ribera que podrá llegar rápidamente
hacia la clímax. En cambio, la sucesión será progresiva o regresiva en
función de los factores ambientales y del factor humano.
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En el Galacho de Juslibol (Zaragoza) al lado del río Ebro, la
vegetación está continuamente cambiando debido a las inundaciones
periódicas y a los cambios geomorfológicos del lago.
Imagen del PNOA © Instituto Geográfico Nacional de España.
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En las fotografías aéreas estos bosques se
aprecian fácilmente puesto que se ve como los árboles y los arbustos
ribereños se agolpan alrededor de las corrientes de agua. La vegetación
de ribera siempre se instala en la zona
o espacio de influencia fluvial de los ríos, los lagos,
las lagunas... ocupando una serie de bandas paralelas llamadas galerías
o bosques de galerías. Estos bosques dependen, por lo tanto, del clima
de la cuenca (precipitación anual, duración del periodo de sequía,
humedad ambiental, temperatura media...), de las características de la
cuenca hidrográfica (geología, litología, geomorfología, erosión,
sedimentación, vertiente de laderas, edafogeografía, topografía...), de
las condiciones del régimen fluvial (nivel del agua, intensidad del
estiaje, velocidad del cauce, magnitud y número de crecidas...) y de la
calidad del agua (pH, temperatura, turbidez, concentración de sales
disueltas, oxigenación del agua, riqueza en nutrientes, nivel de
contaminación...). Estos factores son muy importantes puesto que
algunos pueden actuar como factores limitantes, por ejemplo, el factor
de la anchura del río es clave, puesto que si la llanura fluvial tiene
un tamaño considerable puede desarrollarse un gran bosque de galería,
pero en los cañones y en las hoces, el espacio para la vegetación es
muy limitado.
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Vegetación de ribera en el cañón de las Hoces del Duratón.
Imagen del PNOA © Instituto Geográfico Nacional de España.
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Los bosques de ribera tienen un gran valor
puesto que son el hábitat de muchas especies de aves, peces,
anfibios..., en ellos se desarrolla un conjunto muy variado de
formaciones vegetales (con diversos géneros y especies: salicáceas,
ulmáceas, betuláceas, oleáceas...), desempeñan un importante papel como
cauces o vías migratorias (al ser territorios con una cierta
homogeneidad), aportan un entorno ambiental climático especial (un
microclima), suelen atesorar un gran número de endemismos, son un gran
mecanismo de control frente a las inundaciones (puesto que ayudan a
proteger y a estabilizar los terrenos cercanos al río), etc. Pero, a
pesar de todos estos beneficios, son ecosistemas muy
amenazados, controlados y alterados por el ser humano.
En este sentido, los principales peligros y problemas de los bosques de
ribera son: la regulación de caudales (que reduce la diversidad y la
complejidad estructural de las comunidades de ribera e interrumpe las
variaciones anuales de los ríos), la instalación de demasiados
embalses, la sustitución de bosques de ribera por campos agrícolas o
prados, la construcción de viviendas sobre riberas, la sobreexplotación
de los acuíferos, la canalización del agua destinada a la agricultura y
al consumo humano (que conlleva a la destrucción y la alteración de los
hábitats, y puede llegar a ocasionar graves desastres naturales, como
en el mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán, donde se ha reducido
un 90% su superficie desde 1960), los trasvases de agua, la
contaminación con residuos líquidos y sólidos, la introducción de
especies exóticas, la eliminación de los bosques de ribera en las
ciudades... De esta forma, al menos en los países más desarrollados
económicamente no existe prácticamente ningún bosque de ribera en
estado natural puesto que la mayoría han sido modificados en mayor o
menor medida por el ser humano.
Un gran bosque de ribera en estado óptimo presentaría una gran variedad
y biodiversidad de especies. El estrato arbóreo presentaría árboles más
o menos jóvenes de unos 20 o 30 metros. El estrato arbustivo y herbáceo
dependería de las condiciones de luz del bosque, en las choperas (que
son bosques que dejan pasar mucha luz a los estratos inferiores) el
sotobosque es denso y muy rico a nivel de flora, pero en los bosques de
alisos (que son muy umbrosos) el sotobosque es pobre y sólo está
representado por especies umbrófilas, como los helechos (Blanco et al,
1997).
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Río Tajo a su paso por Aranjuez, en Madrid.
Imagen del PNOA © Instituto Geográfico Nacional de España.
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Continúa en la siguiente
página con la segunda
parte de los bosques de ribera...
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