5.8. Fuego
El fuego es un factor secundario, pero
con gran incidencia en ciertas zonas como áreas con bosques densos,
espacios con especies resinosas... En general, cuando ocurre un fuego
se produce un gran daño a la vegetación debido a las altas temperaturas
que se pueden llegar a alcanzar, para los animales la situación es
dramática puesto que se ven obligados a emigrar a otras áreas al haber
perdido su refugio y su fuente de alimentación.
La intensidad, la duración y
la potencia del incendio depende de muchos factores: de
la distribución vertical y horizontal de los materiales combustibles,
del tipo y de la densidad de vegetación, de la acumulación de biomasa,
la topografía del terreno, el tipo de suelo, el viento, las condiciones
climáticas locales... (Alcaráz Ariza, 2008).
Según el área afectada en un
incendio podemos distinguir tres tipos: incendios
superficiales que sólo afectan a la materia orgánica acumulada en el
suelo; incendios superficiales de barrido rápido que atacan al humus y
puede afectar a órganos subterráneos poco profundos y a semillas; e
incendios de copas propios de zonas con vegetación leñosa densa que
destruyen toda la materia vegetal.
Los incendios son una gran catástrofe, por
ello se han ideado diferentes formas de control y de predicción.
Actualmente se están realizando mapas por medio de herramientas SIG de
áreas susceptibles a incendios (Chuvieco y Congalton, 1989; Sistema de
Información Territorial de Galicia, Díaz et al, 1999...), aunque como
el factor humano es vital en el proceso, las áreas susceptibles de
incendios no coinciden al 100% con la superficie real afectada. Aún
así, los SIG ayudan a optimizar el gasto en vigilancia y a ubicar las
unidades de extinción de incendios.
A nivel mundial existe una mayor
concentración de incendios en áreas con influencia humana, puesto que
los incendios raramente son provocados de forma natural (por rayos), y
éstos presentan una mayor amenaza en zonas con bosques puros de
coníferas, en todo el área mediterránea, y en áreas tropicales con
climas secos. Los incendios tradicionalmente ha sido usados por el ser
humano en la ganadería, para eliminar el estrato arbóreo y convertilo
en pastos de forma que sólo se mantenga el estrato herbáceo para el
alimento de los animales.
Como se observa el fuego es especialmente
dañino, no sólo de forma directa, puesto que destruye la vegetación,
sino también porque los árboles supervivientes son susceptibles al
ataque de los parásitos, y aumenta la erosión y la escorrentía en el
lugar, lo que provoca inevitablemente un descenso de la biodiversidad.
Por el contrario, los incendios permiten la renovación de las
comunidades vegetales, es una oportunidad para los arbustos, y generan
un aumento temporal de nutrientes, puesto que la quema de los vegetales
aporta material orgánico al suelo en forma de ceniza (aunque si no se
vuelven a incorporar rápidamente al suelo las cenizas pueden contaminar
los ríos).
A pesar de que en la actualidad la mayoría
de los incendios están relacionados con la actividad del ser humano, a
lo largo de la historia geológica de la tierra han tenido un importante
papel y por ello las plantas y los animales han tenido que desarrollar
ciertas adaptaciones y estrategias.
A continuación se señalan las principales
adaptaciones de las plantas pirófitas
(Alcaraz, 2008; García, 2011):
- Algunos árboles como Acacia,
Arctostaphylos, Ceanothus,
Cistus, Epilobium,
Pinus... tienen semillas
cubiertas con una capa dura y son capaces de esperar varios años hasta
que el fuego las estimula, y la planta comienza a germinar. Además, el
calor estimula la germinación de las semillas de muchas especies como: Genista
florida, Cytisus scoparius, Cistus
ladanifer o Cistus laurifolius.
- Otros árboles como la Picea
mariana, Pinus contorta... aunque no
soportan el fuego garantizan su supervivencia produciendo y/o
expulsando sus semillas durante los incendios. El Cynodon
dactylon puede producir una enorme cantidad de semillas
durante los incendios. Además, como señala García (2011) "muchas
coníferas tienen conos serotinos (piñas de apertura retardada) que al
iniciarse el incendio, las semillas permanecen protegidas dentro de los
conos y adheridas a ellos por la resina pero, durante el transcurso
mismo, el calor funde la resina, las escamas se separan abriendo la
piña y las semillas quedan liberadas". De este modo podrán dispersarse
durante los días siguientes, cayendo sobre una capa de cenizas idónea
para su germinación y sin ningún rival que pueda limitar su
crecimiento.
- En otros árboles como el Populus
tremuloides, el fuego estimula la reproducción vegetativa.
- Hay especies (rebrotadoras) que toleran
relativamente bien el fuego y tras el incendio se recuperan emitiendo
nuevos brotes desde sus raíces o ramas (generalmente árboles), y
especies en las que el fuego quema las partes áreas de la planta pero
ésta sobrevive gracias a que sus reservas de nutrientes o sus partes
reproductoras estan bajo tierra (como muchas geófitas). Son las
especies más comunes y las que más se ven favorecidas por los
incendios.
- Otros árboles son sensibles al fuego, pero
sus frutos son capaces de resistir las llamas, como el Pinus
muricata de Baja California o las plantas del fynbos en
Sudáfrica.
- Además, existen especies resistentes al
fuego, que no suelen sufrir daños importantes en los incendios, y que
gracias a ello no ven comprometida su supervivencia. Algunas tienen un
follaje resistente, rico en agua como la Acacia mellifera,
otras son tan grandes que sus copas suelen quedar fuera del alcance del
fuego, otros árboles están protegidos por gruesas cortezas resistentes,
que funcionan como aislantes térmicos, como el pino real (Pinus
ponderosa), el pino canario (Pinus canariensis),
el alcornoque (Quercus suber), el abeto
de Douglas (Pseudotsuga sppl)...
- Por último, muchas plantas heliófilas se
benefician indirectamente del fuego puesto que pueden aprovecharse de
la alta luminosidad que hay tras un incendio.
En general todas las especies capaces de
resistir a los incendios son útiles en la creación de cortafuegos
naturales.
Tras un incendio, la
recuperación de la cubierta vegetal y de la fauna depende de:
la tolerancia y la resistencia al fuego de las plantas y los animales,
y de las condiciones ambientales posteriores al incendio, como la
calidad del suelo, la iluminación, la disponibilidad de agua, la
temperatura y de las características de las áreas no quemadas
circundantes. En general, los ecosistemas maduros y mejor conservados
arden más difícilmente y su recuperación posterior suele ser más rápida
que los entornos más degradados o afectados por fuegos repetidos
(García, 2011).
Inmediatamente después de un incendio se
suelen suceder tres fases en las que las especies implicadas y la
velocidad de recuperación dependerán del ecosistema y de la severidad
del incendio (García, 2011):
En una primera fase, aunque la superfcie
afectada no muestra signos aparentes de vida, la combustión implica la
mineralización de la materia orgánica y, por lo tanto, un fuerte aporte
de nutrientes al suelo. Además, el fuego estimula la germinación de las
semillas de numerosas especies y crea condiciones que en un primer
momento facilita la recuperación de las plantas. En unos días o semanas
algunas especies empiezan a reaparecer, generalmente leñosas
rebrotadoras, helechos y alguna herbáceas perennes que se benefician
del momentáneo aumento de la fertilidad, además de algunas especies
oportunistas o invasoras que aprovechan el espacio desocupado y la
ausencia de competidores.
En una segunda fase, primero surgiran la
herbáceas anuales, que deben esperar el momento adecuado para germinar,
y después irán apareciendo las especies preexistentes, primero las
plantas germinadoras y después el resto de las especies.
La tercera fase es la más larga en el
tiempo, puesto que se necesitan varios años para que pueda verse la
recuperación total del ecosistema y la vuelta a una situación
comparable a la que había antes del incendio.
Tiempo |
Primeras semanas |
Primer año |
Siguientes años |
Incendio |
Helechos (Pteridium aquilinum),
zarzas (Rubus spp) y algunas gramíneas. |
Herbáceas (gramíneas, liliáceas…). |
Rebrotadoras primero (Erica
australis, Arctostaphylos uva-ursi, Halimium alyssoides…) y
después germinadoras (Calluna vulgaris, Erica umbellata). |
Proceso de recuperación de un
brezal-escobal en la Cordillera Cantábrica tras un incendio (García,
2011). |
El fuego en los animales.
A diferencia de la vegetación, los animales perciben
el fuego y pueden reaccionar antes de que lleguen las llamas. Sus
respuestas son diferentes (y no siempre acertadas), muchos animales
simplemente huyen del peligro o intentan refugiarse en madrigueras o
escondites, pero otros animales, entre los que se encuentran numerosos
insectos, se ven atraídos por el fuego y se precipitan dentro de él.
Para los animales, sobrevivir a un fuego depende de su capacidad para
ponerse a salvo, y aunque los grandes mamíferos o las aves adultas
pueden librarse de las llamas, los animales de menor movilidad que no
pueden separarse del suelo (como los reptiles, anfibios o la mayor
parte de la microfauna terrestre), son muchos más vulnerables a los
incendios. Además, aunque muchos de ellos puedan escapar y salvarse, el
fuego les perjudica gravemente puesto que les elimina su hábitat, su
fuente de refugio, alimento... por ello, suelen tardar bastante en
retornar definitivamente al área afectada (García, 2011).
La reconquista o la repoblación de la fauna
en áreas quemadas es más fácil cuando sobrevive parte de la vegetación
o cuando subsisten áreas próximas inalteradas, de esta forma coexisten
manchas de vegetación con distintos grados de madurez o alteración y
cada especie dispone de hábitats favorables en los que refugiarse y
desde los que iniciar una posible expansión posterior. En cambio, los
grandes incendios que arrasan miles o millares de hectáreas impiden el
mantenimiento de estas áreas refugio y crean condiciones uniformes en
grandes extensiones, lo que dificulta la recolonización y obliga a que
sea necesario un periodo de tiempo mucho largo para que pueda volver a
vivir la fauna (García, 2011).
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