5.11. Relación con otras especies
Este apartado se trata de manera más detallada en el capítulo de ecología. Aunque
en principio, se puede afirmar que todos los seres vivos del planeta
forman un gran conjunto en el que se producen numerosas
interrelaciones, y en el que todos dependen en cierta media de todos,
creando un sistema que se retroalimenta y evoluciona (Lozano Valencia,
2000).
Entre los árboles y los animales suele haber
una relación de cooperación, puesto que las plantas proporcionan a la
fauna oxígeno, agua (que acumulan y su interior, y emiten a través de
la evapotranspiración), alimento (directo e indirecto), refugio,
cobijo... en general, cuanto más desarrollado y estratificado está un
bosque habitan en él más animales. Por su parte la fauna ayuda a
polinizar y a germinar las plantas (haciendo que las plantas puedan
viajar), y aportan materiales orgánicos al suelo, para que los
vegetales y los hongos puedan alimentarse.
En la naturaleza hay muchos ejemplos de
simbiosis entre seres vivos, como los líquenes, que son organismos
formados por la unión simbiótica entre un hongo (llamado micobionte, de
las divisiones Ascomycota o Basidiomycota), y un alga (llamada
ficobionte, de las divisiones Chlorophyta o Heterokonta) o una
cianobacteria. También es curiosa la relación de la acacia de la sabana
africana y las hormigas mordedoras. Mientras que la acacia da alimento
(mediante el néctar de sus flores y un aceite rico en proteínas que
segrega en la corteza), permite a las hormigas poner sus huevos en sus
espinas y colonizar sus ramas y su tronco, mientras que las hormigas
defienden a la acacia del ataque de los herbívoros y de otros insectos,
y quitan las hojas de otros árboles que puedan hacer sombra a su
preciada acacia.
|
Además, no hay que olvidar que todos los
seres pluricelulares son seres simbióticos, puesto que se dan
relaciones simbióticas entre las células que forman cada organismo y
los otros seres vivos que habitan dentro de él. Por ejemplo, dentro de
cada ser humano, habita junto a sus propias células (unos 10 billones
de 200 tipos, entre células de la sangre, del intestino, del corazón,
neuronas...), una gran microbiota (un pequeño ecosistema o microbioma
humano) formado por unos 100 billones (aunque las cifras varían mucho
en función de cada estudio) de bacterias, arqueas, virus, hongos,
protozoos... que colaboran en la digestión (como las bacterias
Escherichia coli, Bifidobacterium bifidum y B. animalis, Enterococcus
faecalis...), producen vitaminas, hormonas y otros compuestos orgánicos
(como las bacterias Lactobacillus acidophilus, L. reuteri, L.
johnsonii...), y ayudan al sistema inmunitario (como las bacterias
Acidophilus bifidus, Bacillus coagulans...) eliminando o frenando el
crecimiento de patógenos o estimulando la creación de anticuerpos
(Murray et al, 2009; Cárdenas, 2012).
Pero las relaciones entre plantas y animales
no siempre son positivas, la aparición de nuevos parásitos, la
presencia de hongos o bacterias, la implantación de especies
invasoras... pueden limitar la expansión y progresión de un taxón e
incluso llegar a eliminarlo. Por ejemplo las langostas cíclicamente
arrasan las superficies cultivadas y los elefantes provocan la
deforestación en algunas de las áreas que habitan.
Por último, cabe destacar la presencia del
ser humano cuya acción en el territorio cada vez es mayor y más
determinante (ver capítulo de
acción humana). Durante los últimos años, hombre y mujeres,
se han convertido en un factor de primer orden, puesto que la
vegetación y la fauna depende en gran medida de la cercanía a las
grandes poblaciones.
El ser humano, se ha convertido en un
agente muy importante dentro del planeta, puesto que es capaz de
modificar la atmósfera, el clima, el agua, los mares y oceános, la
vegetación, la fauna y los ecosistemas provocando una crisis muy grave
en la naturaleza.
|