5.5. Nieve
En áreas de alta montaña y en climas muy fríos, el coeficiente de
nivosidad puede llegar al 100%, la vegetación y la fauna de estos
lugares está fuertemente condicionada por la duración y la cantidad de
nieve (Lacoste, 1973; Blanco et al, 1997; Ferreras Chasco, 1999).
La nieve tiene
efectos favorables y desfavorables
en los seres vivos.
La nieve en las plantas.
Por un lado, la nieve tiene
efectos positivos, tiene un alto albedo (refleja mucha
radiación solar), es una importante reserva de agua, lo que resulta
beneficioso a los animales que viven bajo tierra y a las plantas, y
sobretodo, protege al suelo de las temperaturas exteriores, actuando
como aislante. Bajo el manto nival las temperaturas se mantienen
constantes y suaves, a pocos grados por debajo de los 0ºC. En los
Alpes, se comprobó que bajo una cubierta de nieve de un metro de
espesor, la temperatura mínima absoluta durante el invierno era de tan
sólo -0,6ºC, mientras que sobre la superficie, en ese mismo punto, la
temperatura mínima absoluta del aire era de -33,7ºC (Blanco et al,
1997).
También es importante destacar que en las
plantas, la nieve les defiende de la desecación, evita la brotación
temprana, abona el suelo... y que en los animales, les sirve de
camuflaje, y les protege del frío y de los fuertes vientos, por ello
muchos animales suelen escarbar madrigueras o hacer refugios dentro de
la nieve.
Aunque por otro lado, la
nieve también tiene efectos negativos. Puede provocar la
abrasión de las plantas, acorta el periodo vegetativo, genera suelos
poligonales, disminuye la vitalidad del área, y provoca aludes que
erosionan el manto vegetal y el suelo, y generan graves daños en las
plantas y en los animales... (Blanco et al, 1997; Alcaráz Ariza, 2008).
Además, produce daños en la vegetación debido al peso de la nieve que
les cubre, muchas plantas pequeñas o medianas no pueden soportar este
peso, e incluso los árboles suelen sufrir roturas en sus ramas o pueden
caer enteros. Por ello, las plantas que habitan áreas que tienden a
estar nevadas suelen tener formas almohadilladas o achaparradas, que
les permiten repartir mejor el peso de la nieve, y suelen ser
flexibles. Muchos árboles como defensa ante la nieve, tienen hojas
perennes pequeñas y con cubiertas especiales, y suelen tener un porte
cónico, de tal forma, que las ramas más jóvenes, crecen de manera
vertical (por lo que la nieve no se puede depositar sobre ellas), y las
ramas más antiguas soportan más nieve. Además la forma cónica del árbol
hace que la nieve se deslice por la planta (Blanco et al, 1997). Aún
así, algunos árboles debido al efecto de la nieve, adquieren una forma
arqueada, poseen ramas sólo en un lado o están deformados (Blanco et
al, 1997).
Por todo ello, la nieve es un factor
limitante para la vegetación de alta montaña que obliga a las plantas a
distribuirse en función de su capacidad de resistencia al manto nival.
Las comunidades vegetales especialmente
adaptadas a la nieve, son llamadas quionófilas,
algunas pueden soportar la nieve de 8 a 11 meses y suelen tener un
periodo vegetativo muy corto, son capaces de desarrollarse, e incluso
florecer, bajo la nieve, y fructificar en el momento en el que esta
empieza a fundirse (Lacoste, 1973). Por el contrario, las plantas que
no soportan la cubierta de nieve se llaman quionófobas
(Ferreras Chasco, 2000).
Son características en zonas de nieve y
hielo del Ártico y la Antártida, y en la parte superior de muchas
montañas, algunas especies de diatomeas, desmidiáceas, cianofíceas,
clorofíceas (como Chlamydomonas nivalis)...
llamadas algas de las nieves. Forman
grupos tan extensos que el rojo y el violeta de sus pigmentos llega a
enrojecer la nieve (Müller, 1974).
La nieve en los animales.
Para los animales la nieve también es un
factor muy importante. Debido a las bajas temperaturas y a que la nieve
dificulta el acceso a la comida, muchos animales (tanto animales de
sangre fía como animales de sangre caliente) son capaces de hibernar
manteniéndose en un estado de hipotermia regulada que les permite
conservar su energía durante algunos días, semanas o incluso meses.
Entre los animales particularmente adaptados
al frío y la nieve (fauna nival), destacan
los insectos del género Boreus (unas 28 especies)
que se alimentan de musgo y tienen una distribución holártica, y muchas
especies de colémbolos (orden Collembola), como
la pulga de los glaciares.
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