5.3. Temperatura
El calor o la temperatura
suelen ser factores de diferenciación ecológica de primer orden, de
hecho, sin calor el desarrollo de los seres vivos es imposible.
La distribución de la
temperatura en la Tierra depende de:
- la radiación solar (cantidad y ángulo).
- la latitud, las zonas polares registran
las temperaturas más bajas, mientras que en las zonas tropicales y
ecuatoriales se pueden observar los valores más altos.
- la altitud, a no ser que se produzca una
inversión térmica, a más altura encontramos unos valores más bajos de
temperatura. En general, la temperatura media anual del aire desciende
regularmente un coeficiente medio de 0,55ºC cada 100 metros de altura.
Por ello, la vegetación y la fauna se estratifican en pisos de
vegetación (ver apartado de pisos bioclimáticos).
- el medio, existen grandes diferencias
entre la temperatura del suelo, el subsuelo, el océano, la superficie y
la atmósfera. La diferencia entre la temperatura del continente y el
océano es importantísima, puesto que es un factor que condiciona los
climas terrestres (oceánicos y continentales). Respecto a la
temperatura del aire hay que tener en cuenta que los valores extremos
se observan en los desiertos fríos y calurosos, aunque se pueden
alcanzar valores de temperatura del suelo de 70ºC o más, incluso en las
latitudes templadas. En España la superficie del suelo suele alcanzar
una temperatura que no supera los 50°C.
- el color y la composición de la superficie
terrestre, en general, los suelos claros repelen calor, mientras que
los suelos oscuros retienen y absorben más calor.
- la porosidad y el contenido de agua del
suelo. En función de la estructura del suelo varía la absorción y la
pérdida de agua, lo que incide directamente en la temperatura.
- la cubierta vegetal, según el tipo de
vegetación la temperatura ambiental puede presentar grandes diferencias
debido a la evapotranspiración, al efecto sombra...
Por supuesto la temperatura también
evoluciona y varía a lo largo del tiempo. A través de la historia
geológica del planeta ha habido importantes cambios en la temperatura.
La temperatura también varía a lo largo del año,
por medio de las estaciones, que se producen por el movimiento de
mutación del eje terrestre. En los climas tropicales, ecuatoriales y
oceánicos la amplitud térmica es menor, mientras que en los climas
continentales y de latitudes altas la amplitud térmica es mucho mayor. A
lo largo del día se experimenta una variación constante
de la temperatura por la alternancia entre el día y la noche. Durante
la noche, las plantas pierden calor por irradiación, y se enfrían más
que el suelo que las limita y que el aire, mientras que por el día
ganan calor. En las plantas esta amplitud térmica diaria es necesaria
puesto que en función de la temperatura ambiental varían las reacciones
químicas que se producen en su interior.
La temperatura en las plantas.
En una planta la distribución del calor no
es homogénea, sino que se registran diferentes temperaturas en cada
parte del espécimen: en las raíces, la temperatura es la que tiene el
suelo; en las hojas, la temperatura es similar a la que hay en el aire,
pero siendo más acusadas las máximas diurnas y las mínimas nocturnas; y
en el tronco, la temperatura es más elevada, debido a su inmovilidad
(Ferreras Chasco, 1999).
La temperatura actúa en todas las etapas del
desarrollo de las plantas. La actividad de las funciones biológicas de
la planta tienden a aumentar exponencialmente con la temperatura,
puesto que al fin y al cabo, son reacciones químicas.
El factor temperatura influye
en particular sobre la fotosíntesis, la respiración, la
transpiración, en las biosíntesis, en el crecimiento, el desarrollo, en
su fenología (las temperaturas bajas pueden favorecer la germinación o
inhibirla) y en la floración, por ejemplo, la orquídea Dendrobium
crumenatum florece cuando se produce un enfriamiento
repentino del ambiente después de grandes lluvias (Walter, 1977). En
todo esto, no sólo son decisivas las temperaturas normales,
generalmente diferenciadas en el curso del día y de las estaciones del
año, sino, asimismo, las temperaturas extremas de calor y de frío. La
actividad fotosintética está íntimamente relacionada con la
temperatura, de hecho la fotosíntesis aumenta casi linealmente con el
incremento de calor desde un umbral mínimo hasta un umbral máximo a
partir del cual comienza a decrecer. En la respiración de las plantas
la relación con la temperatura es similar a la de la fotosíntesis
(Ferreras Chasco, 2000). Por lo tanto en cada planta existe una temperatura
mínima bajo la cual no puede desarrollarse, una temperatura
óptima para la fotosíntesis y otra para la respiración,
y un valor de temperatura a partir del cual se produce la muerte por
hipertermia. La temperatura óptima de las plantas suele situarse por
encima de los 30ºC en plantas C4, entre 20 y 25ºC en los árboles
caducifolios, entre 10 y 25ºC en las coníferas, entre 10 y 20ºC en los
esciófitos, entre 5 y 12ºC en los musgos y entre 8 y 15ºC en los
líquenes de regiones frías (Ferreras Chasco, 2000). Aunque la
temperatura óptima varía en función de la etapa en la que se encuentre
la planta: floración, germinación, fructificación, crecimiento...
Además, la temperatura ejerce una fuerte
influencia en el área de distribución de todos los seres vivos, pero en
las plantas éste efecto se acentúa, de tal forma que las isotermas de
ciertas temperaturas extremas suelen marcar los límites del área de
muchas plantas. Por ejemplo existe una estrecha relación entre la
isoterma de -3ºC en enero, y el límite del haya (Fagus
sylvatica), (Ferreras Chasco, 1999).
Las temperaturas excesivas,
tanto por frío como por calor, pueden llegar a causar la muerte del ser
vivo. En general, las temperaturas elevadas
permiten una mayor evapotranspiración, y por lo tanto una menor
disponibilidad de agua, aunque una temperatura excesiva puede producir
un sobrecalentamiento que puede acarrear daños en el citoplasma.
Temperaturas por encima de los 50ºC provocan la destrucción de
proteínas vitales en las plantas. Por lo tanto, si la temperatura es
muy alta, la planta, por lo general, tenderá a aumentar su
transpiración para que se produzca una disminución en la temperatura de
los tejidos, en donde se produce la evaporación, y se detendrá su
crecimiento (Ferreras Chasco, 1999, 2000).
Las temperaturas bajas
a veces son positivas puesto que pueden originar efectos estimulantes
en las plantas, evitar el rebrote temprano, permitir la
estratificación... Aunque con temperaturas muy bajas los intercambios
entre el suelo y las plantas resultan casi imposible (y se pueden dar
fenómenos de crioturbación que afectan al enraizamiento), y las
funciones fisiológicas quedan bloqueadas o fuertemente disminuidas. En
las plantas la asimilación de clorofila se anula con bajas
temperaturas, y las funciones vegetativas pueden llegar a detenerse, la
respiración y la absorción de agua tan sólo se reducen. La fotosíntesis
también se ralentiza según va disminuyendo la temperatura, aunque llega
a ser medible en coníferas nórdicas o subalpinas a -10ºC y -20ºC.
Además, cuando la temperatura es baja existe el peligro de la formación
de hielo en el interior de la planta, como respuesta, el vegetal
aumentará la viscosidad de los líquidos celulares para disminuir la
absorción y las necesidades de agua, de esta forma el contenido en agua
será menor y disminuirá el peligro de segregación del hielo (Ferreras
Chasco, 1999).
En general, muchas plantas caducifolias
pierden la hoja como respuesta al frío, algunas especies de manera
facultativa, aunque muchas otras de manera obligada es decir, que
aunque estas plantas esten en un invernadero siguen perdiendo la hoja.
Cuando vuelve el calor y la luz, la planta puede volver a crear hojas y
seguir creciendo.
Pero también por otro lado ante el frío, las
plantas como defensa invernan, acumulan nutrientes, aumentan la
concentración de azúcares, pierden sus hojas... La Symplocarpus
foetidus, es capaz de producir calor propio por medios
químicos al final del invierno, este calentamiento es pequeño comparado
a los estándares de calentamiento de animales, pero es suficiente para
permitirle comenzar a crecer antes en primavera y aventajarse frente a
sus depredadores y sus competidores, que están todavía dormidos por el
frío (Wikipedia, 2012). Además, hay plantas de alta montaña, del ártico
y de las estepas, que por medio del endurecimiento de sus tejidos son
capaces de soportar hasta los -90ºC (Ferreras Chasco, 2000). Aunque en
general, el frío es un factor muy limitante, y por ello son tan pocas
las especies que pueden sobrevivir alrededor de los polos y en áreas de
alta montaña, incluso cuando la nieve o el hielo no son permanentes.
En función de las necesidades
o carencia de calor y temperatura, las plantas se
clasifican en:
- plantas megatermas:
viven en áreas con una temperatura media mayor a 20 ºC durante 4 meses
al año.
- plantas mesotermas:
viven en áreas con una temperatura media entre 10 y 20 ºC, 4 meses al
año
- plantas microtermas:
viven en áreas con una temperatura media menor a 10 ºC durante 8 a 11
meses al año.
- plantas equistotermas:
viven en áreas con una temperatura media menor a 10 ºC durante todo el
año.
- plantas termófilas:
aquellas que necesitan mucho calor paras desarrollarse de forma óptima,
su umbral de crecimiento se localiza por encima de los 0ºC.
- plantas criofilas:
aquellas que necesitan muy poco calor paras desarrollarse de forma
óptima, su umbral de crecimiento se sitúa por debajo de los 0ºC.
Según las plantas resistan
mejor o peor las variaciones térmicas, bien diarias o
estacionales se dividen (Ferreras Chasco, 1999) en:
- plantas euritermas:
aquellas que soportan una larga separación entre el máximo y el mínimo
- plantas estenotermas:
aquellas que no soportan fuertes variaciones, tanto las bajas como las
altas temperaturas.
La temperatura en los animales.
En los animales la
temperatura influye en su comportamiento, en sus
hábitos, en el calendario de celo, y sobretodo en su distribución. Las
migraciones de los animales, especialmente de las aves, están
fuertemente ligadas a la temperatura.
La mayoria de los animales
toleran temperaturas que suelen estar situadas entre los 5º y los 35ºC.
Por supuesto, hay especies, como algunos peces e insectos (por ejemplo,
la mosca africana Polypedilum vanderplanki) que
pueden vivir en ambientes muy fríos, y hay ratas que pueden criar en
áreas con -12ºC, e incluso algunos tardígrados pueden soportar los
-200ºC, pero los 0ºC de temperatura media
son un valor límite para muchos animales (Müller, 1974).
Por encima, los 35ºC o 40ºC,
suele ser el valor máximo de temperatura para muchas especies. Aun así,
los anfibios Hyla raniceps, Bufo
paracnernis, Leptodactylus ocellatus, L.
pentadactylus y Pseudis bolbodactyla
desovan en arroyos de la zona de Pousada do Rio Quente (Goias, Brasil)
a unos 38ºC, el crustáceo ostrácodo Cypris balnearia
y la mosca de agua (Dasyhelea terna) toleran una
temperatura de 51°C, los caracoles de agua (Bithynia
therminalis) viven en las termas de Roma a 53°C, en los
manantiales hay bacterias y algas que soportan los 70ºC y 90ºC, e
incluso, hay esporas de hongos y microbios que sobreviven con
temperaturas superiores a los 140°C y 180°C (Müller, 1974).
Paul Müller en su libro Aspect of zoogeography (1974) cita
una serie de reglas zoogeográficas, más o menos ciertas, que relacionan
algunas características anatómicas de ciertos animales "homeotermos"
(Mell, 1929) con la geografía y el clima en el que viven.
- Regla de Bergmann:
afirma que el tamaño corporal de los animales de sangre caliente
aumenta en los climas más fríos.
- Regla de Allen:
asegura que la longitud de varios
apéndices, como patas, cola y orejas, tiende a disminuir en climas muy
fríos.
- Regla de Rensch:
establece que el pelo de los mamíferos se reduce cuando aumenta la
temperatura.
- Regla de Gloger:
afirma que las subespecies de las zonas
más cálidas y húmedas poseen una pigmentación más intensa que las
subespecies de las zonas más frías y secas.
- Regla de Hesse:
establece que el peso relativo del corazón aumenta en los climas más
fríos.
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Los seres animales, tradicionalmente han
sido divididos en función de la temperatura en animales
de sangre fría y animales de sangre
caliente, aunque en la actualidad se considera que
puesto que éstos poseen una gran cantidad de formas y mecanismos para
regular su temperatura corporal, no es conveniente considerar tan sólo
dos grupos estancos. Algunos animales como los reptiles, que siempre
han sido considerados de sangre fría, practican estrategias típicas de
los animales de sangre caliente. Por lo tanto, se tiene que tener en
cuenta que existen animales puramente de sangre caliente y de sangre
fría, pero que también hay especies en categorías intermedias.
Los animales
de sangre caliente, son aquellos capaces de mantener su
temperatura corporal de forma constante independientemente de la
temperatura ambiental. Esto implica que son capaces de controlar su
temperatura corporal regulando su tasa metabólica, pueden generar
calor, pero también tienen la capacidad de enfriarse. La ventaja de
estos organismos es que pueden mantenerse alrededor de una temperatura
óptima en la cual las reacciones químicas interiores funcionan mejor,
aunque por otro lado, requieren grandes cantidades de calorías y mucho
alimento (en general los animales de sangre caliente necesitan de 3 a
10 veces más de comida que los animales de sangre fría) y si la
temperatura del cuerpo cambia, aunque sea solo por pocos grados, el
organismo rápidamente deja de funcionar.
Normalmente la expresión de sangre caliente
abarca tres aspectos distintos de la termorregulación:
taquimetabolismo, endotermia y homotermia.
- Taquimetabolismo
(del griego tachos = rápido, metabolo = cambiar): es el tipo de
termorregulación propio de los animales que mantienen una tasa
metabólica en reposo alta. Es decir, los seres taquimetabólicos están
“encendidos” permanentemente. Aunque su metabolismo en reposo sea
bastante más lento que su metabolismo en actividad, la diferencia suele
ser inferior a la que se observa en animales bradimetabólicos. Los
animales taquimetabólicos tienen mayores dificultades para hacer frente
a la escasez de alimentos.
- Endotermia
(del griego endo = interno therm = calor): es la capacidad que poseen
determinados animales de controlar su temperatura corporal mediante su
actividad interna, tiritando, sudando, ruborizándose o palideciendo
(para disminuir o incrementar el flujo de calor en la piel), quemando
grasas, jadeando... La mayoría de las aves y los mamíferos son
endotermos. Algunos de estos animales en invierno, cuando la comida
escasea y no pueden obtener la energía necesaria, conservan su calor
corporal y reducen su metabolismo y sus constantes vitales
manteniéndose en letargo o en hibernación como algunos osos, la ardilla
roja (Sciurus vulgaris), el lirón gris (Glis
glis).... (Lozano Valencia, 2000).
- Homeotermia
(del griego homoios = mismo, therm = calor): es el tipo de
termorregulación característico de los animales que mantienen una
temperatura interna estable independientemente de las condiciones
externas. Dicha temperatura suele ser más alta que la del entorno
inmediato. En general, generan calor a través de la energía química de
los alimentos, y mediante mecanismos de control térmicos situados en el
hipotálamo, la piel, el aparato respiratorio.... Los mamíferos y las
aves son los dos grandes grupos animales que poseen esta
característica, aunque también existen algunas especies de tiburones
homotérmicos. Gracias al autoabastecimiento de calor y a adaptaciones
especiales (capa de grasa, pelo o plumaje tupido...), algunos de estos
animales pueden sobrevivir en condiciones de frío muy adversas, como es
el caso de los pingüinos, el oso polar (Thalarctos maritimus),
el zorro del Ártico (Alopex lagopus), la perdiz
nival, el lagopodo alpino... (Lozano Valencia, 2000).
Pero también hay especies que combinan estas
tres modalidades, por ejemplo, muchos murciélagos y pequeños pájaros
que son poiquilotérmicos y bradimetabólicos cuando duermen por la noche
o por el día.
Una forma curiosa de termorregulación es la
realizada por las abejas. Una de ellas por sí sola no puede controlar
su temperatura corporal, sin embargo la comunidad de las abejas pueden
controlar la temperatura de la colmena. Si la temperatura sube
demasiado algunas abejas se sitúan en la entrada y comienzan a batir
las alas creando una corriente de aire que ventila la colmena; cuando
la temperatura baja demasiado, las abejas cesan sus actividades
habituales y se agrupan en torno a la abeja reina formando una piña o
enjambre en el centro de la colmena, para evitar la pérdida de calor,
después a medida que las abejas situadas en las capas exteriores de la
piña se van enfriando pasan al interior de ésta, siendo reemplazadas
por abejas de capas más interiores (Wikipedia, 2012).
Los animales tradicionalmente llamados animales
de sangre fría, son aquellos que no poseen una
regulación térmica interna. Su temperatura corporal varía en función
del ambiento, por ello, están condicionados en gran medida por la
temperatura exterior, como la serpiente de cascabel (Crotalus
polystictus) que necesita ambientes cálidos todo el año,
especialmente en las épocas de celo y reproducción (Lozano Valencia,
2000). Antiguamente se creía que los animales de sangre fría
(genéricamente anfibios, reptiles y los peces) eran esclavos de su
ambiente, pero en la actualidad se sabe que esta afirmación no es del
todo cierta.
Las formas de termoregulación de los
animales de sangre fría son la ectotermia, la poiquilotermia y el
bradimetabolismo.
- Ectotermia
(del griego ecto – exterior y therm – calor): es el tipo de regulación
térmica de los seres vivos controlan su temperatura corporal por medios
exteriores. Algunos reptiles, como las víboras y las lagartijas, son
ectotermos y por ello deben pasar largas horas al sol para conseguir la
temperatura necesaria para que su metabolismo funcione. Aunque como no
gastan energía al no producir calor, pueden estar largos periodos sin
alimentarse.
- Poiquilotermia
(del griego poikilos, variado, y therm – calor): es aquella propia de
criaturas cuya temperatura interior varía, siendo frecuentemente igual
a la temperatura del entorno inmediato. Algunos peces son
poiquilotermos, y puede llegar a aguantar temperaturas muy bajas, de
entre 0°C y – 2.5°C (Müller, 1974).
- Bradimetabolismo
(del griego brady, lento, y metabol, cambiar): se refiere a animales
que pueden mantener su metabolismo en reposo. Generalmente, pueden
cambiar bruscamente la velocidad de su metabolismo de acuerdo a la
disponibilidad de alimento y de la temperatura exterior. Muchos
animales de ambientes desérticos pueden “apagar” su metabolismo y
permanecer casi muertos hasta que vuelvan las condiciones favorables.
Al igual que en los animales de sangre
caliente, los animales de sangre fría suelen combinar estos tres tipos
de formas de termoregulación. Por ejemplo, los peces varían la
profundidad a la que nadan para buscar una temperatura adecuada, otros
animales se entierran bajo tierra para evitar un exceso de calor...
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